La apasionada sabiduría de
María Zambrano
«No siendo nada o apenas nada, por qué no sonreír al universo, al día que avanza, aceptar el tiempo como un regalo espléndido…», escribió María Zambrano en Delirio y destino, y la cita resume su actitud de permanente celebración de la vida y de todo lo que ella ofrece.
María Zambrano nació en Vélez-Málaga en 1904 y allí mismo empezó el baile de su errancia. Madrid, Segovia, de nuevo Madrid, Santiago de Chile, Valencia, Barcelona. El 28 de enero de 1939 cruzó la frontera: la Guerra Civil llegaba a su fin, y no sólo terminaba la República: acababa un tiempo de esplendor, en el que una joven María Zambrano había mostrado ya su talento creativo y su radical compromiso con la causa de la libertad, la democracia y la justicia.
«Lo que hizo María Zambrano es pensar el saber», dice Jesús Moreno Sanz, «lo suyo es mezclar íntimamente la inteligencia con la sensibilidad». Fue una mujer valiente cuando se trataba de romper convencionalismos y vivió fascinada por la verdad y por sus múltiples maneras de manifestarse. Lectora compulsiva, frecuentó lo mismo a Nietzsche que a Ibn Arabí. Escribió sobre Antígona y Edipo, sobre Cervantes y Galdós, sobre san Juan de la Cruz y Miguel de Molinos, sobre Velázquez, sobre tantos y tantos otros.
Fue un personaje inconcebible en la época de la dictadura, donde todo resultaba gris y vulgar. Durante esos años, en el exilio, escribió algunos de sus mejores libros: La confesión como género literario (1943), Delirio y destino (1952), El hombre y lo divino (1955), El sueño creador y España, sueño y verdad (1965) y Claros del bosque (1975), entre otros. Los reconocimientos en España -Premio Príncipe de Asturias, Premio Cervantes, doctorado honoris causa por la Universidad de Málaga- le llegaron con la democracia.
(Extraído del artículo de JOSÉ ANDRÉS ROJO, en EL PAÍS.)
Cuaderno Didactico
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